Cuanta ilusión tuve de aquel día que me agarraste en tus brazos y corrimos bajo la luz de la luna, después me invitaste a bailar y de una vuelta a otra estaba en tus brazos y en tu boca, y después... Después ya nada iba a volver a ser igual, pero a eso yo no lo sabía.
No sabía que iba a quererte tanto tanto que iba a querer olvidarte en cada día que pasaba y escuchaba tu canción, veía tu lugar, sentí el humo de aquel cigarro.
Hoy mi casa se inundó de recuerdos, casi me ahogo pero se me ocurrió prender un cigarró y fritar unas milanesitas y de pronto se había llenado de humo, de ese humo tan fuerte y gris que se hace cuando un fuego se apaga o cuando más se quiere prender chisporroteando cenizas por todos lados y alguien que odia un fuego lo viene a apagar...
Cuantas veces te lo dije, te lo escribí y te lo canté a eso que siempre pensé, que siempre estuve agarrando tus cenizas con mis manos pero eran brasas que no terminaban de apagarse nunca, sólo porque vos no querías que se apagen, porque no te importaba las yagas que se hacian en mis manos cuando agarraba eso, yo ciega no sentía dolor.
Ahora sí, ahora sí lo siento a ese dolor y ahora soy yo la que no puede apagar esas brasas que sigo sosteniendo ya ni sé con que parte de mi cuerpo, pero siguen y cuando me doy cuenta de que siguen es cuando más arden...
Capaz hoy sea un día que un blog me sirva para descargar algo de letras que me inundan el cuerpo, capaz que nadie lea, y sea mejor así..
Ya nada importa, y nada queda...
AS
fotografía: RY