Por suerte conocí gente que rompió ese escudo. Entraron amigos, hermanos, amores, espejos. Entraron y no quieren salir de mi, ni de mi escudo de pseudo chica maravilla.
Córdoba hasta hace unas semanas me seguía haciendo llorar y extrañar.
Me ilusionaba, me hacía ver estrellas donde estaba todo nublado. Por momentos llegó a hacerme sentir mal, me mostraba mis mayores virtudes y sobre todo mis mayores defectos, carencias.
Una vez le ví los ojos al amor. Hoy lo extraño, cuando me acuerdo de Córdoba y cuando me acuerdo de él. Era un poeta, uno de esos olvidados en la cañada, que se hacía conocer en la ciudad por su melancolía. Por ser ladrón de besos, lo conocian las chicas.
Yo lo conocí por la vida, el destino, que se yo. En estos dias, por lo menos, no creo que me recuerde, sólo quedé guardada en la memoria de los abrazos, o espero que así sea.
El en cambio, quedó guardado en cada canción de Silvio o de Sabina, en cada luna y en cada vez que doy un beso.
Me dijo una vez que se casaría conmigo, yo llorando de la emoción le dí la mano y el me soltó. Fue tan triste ese amor, que no creo poder olvidarlo.
Córdoba, me dió un gran amor, grandes llantos y alegrias... como toda chica histerica, al primer borbotón que insatisface quiero huir, pero cuando uno se enamora vuelve, porque extraña.
Y hoy es así, no sólo sueño con volver a sus brazos y sus versos, porque cuando te enamorás de una ciudad, volvés.