¿Donde está Valkiria?
Era el año `93 y la nena de ojos grandes y oscuros que era la debilidad de la familia por ser hija única iba a recibir una hermanita.
Unos días ya empezada la primavera, la larga espera se había acabado y Valkiria, la hermanita había nacido.
Pasaron los años y los rizos color ciruela de Valkiria se iban alisando, sus grandes ojos se le empezaban a ver de entre sus blancos cachetes como algodones, y siempre preguntándonos: ¿Dónde está Valkiria?
Esa nena ala que le da curiosidad lo más mínimo, ala cual el tiempo de un reloj le parece tan real como efímero y siempre se apartaba y todos como locos decíamos: ¿Dónde está Valkiria?
Hoy en día es una adolescente, de esas a las que no ves por dos días y ya los jeans le quedan cortos, su capacidad de curiosear e investigar es cada vez mayor y su sensibilidad en lo social es casi exclusiva para la comprensión social y todo así seguimos diciendo: ¿Dónde está Valkiria?
Pensando de otra manera.-
Aveces pienso que cada segmento de mi vida se lo podría relacionar con una película, de esas que alguna vez me impactaron.
Últimamente vivo en los detalles, en esos detalles que te hacen feliz, como “Amelie” a quien le produce placer esas minimas cosas de la vida de uno, y observa todo con un ojo tan especial y tan poco comprendido, también están esas escenas románticas que fantaseo tales como las películas de Roberto Begnini que te dejan suspirando con sus locuras y esos finales con ese toque como sólo él lo expresa.
Cuando estoy con él, con ese chico, siempre pienso en una de las mejores frases cinematograficas que escuché “…estoy esperando la casualidad de mi vida, y mirá!...que las he tenido todas…”, como Medem plasmó en “Los amantes del circulo polar”.
En compañía de mi madre, bajo el techo de esa extraña casa llena de visitantes extranjeros y extraños, siempre nos adherimos a esas locas e irregulares historias de Pedro Almodóvar, con todas esas mujeres tan exquisitas y esos hombre bien delirados.
Alto! Que no todo es locura y amor en mi vida...(aunque no se note) También se me viene ala cabeza escenas de “Ciudad de Dios”, son esas noches de histeria y rabia en las que solo una camara y un cigarro me calman.
Pero los finales felices, o abiertamente felices siempre me gustaron, que todo culmine en el detalle; y que mayor placer que ese …”un licorcito?” como sedujo Elsa a Fred. Y ahora si me voy cantando al ritmo de Joan Manuel… “son aquellas pequeñas cosas…”
Ayelén Salerno.-
Últimamente vivo en los detalles, en esos detalles que te hacen feliz, como “Amelie” a quien le produce placer esas minimas cosas de la vida de uno, y observa todo con un ojo tan especial y tan poco comprendido, también están esas escenas románticas que fantaseo tales como las películas de Roberto Begnini que te dejan suspirando con sus locuras y esos finales con ese toque como sólo él lo expresa.
Cuando estoy con él, con ese chico, siempre pienso en una de las mejores frases cinematograficas que escuché “…estoy esperando la casualidad de mi vida, y mirá!...que las he tenido todas…”, como Medem plasmó en “Los amantes del circulo polar”.
En compañía de mi madre, bajo el techo de esa extraña casa llena de visitantes extranjeros y extraños, siempre nos adherimos a esas locas e irregulares historias de Pedro Almodóvar, con todas esas mujeres tan exquisitas y esos hombre bien delirados.
Alto! Que no todo es locura y amor en mi vida...(aunque no se note) También se me viene ala cabeza escenas de “Ciudad de Dios”, son esas noches de histeria y rabia en las que solo una camara y un cigarro me calman.
Pero los finales felices, o abiertamente felices siempre me gustaron, que todo culmine en el detalle; y que mayor placer que ese …”un licorcito?” como sedujo Elsa a Fred. Y ahora si me voy cantando al ritmo de Joan Manuel… “son aquellas pequeñas cosas…”
Ayelén Salerno.-
Esa noche mágica.-
Llovía sobre sus pequeñas narices… y no les quedó otra que acostarse a dormir.
Todas las camas estaban ocupadas, tanto los colchones, almohadones, sillones y hasta los mismos espacios del piso de la casa.
Sólo quedó vacía una gran cama para dos, y para nuestra suerte, éramos dos, sí así sólo dos.
El miedo de que su instinto le ganará, era de él, él le dijo que no, que quería dormir solo. Le dijo que se alejara…
Ella, se disfrazó de soberbia y se tragó en su garganta ese “no”…
Luego él la miró, fijamente a sus ojos y le dijo “vení”… “vení conmigo”… ella nerviosa se rió por dentro, lo miró y se fue con él.
Estaban ahí juntos, acostados, con toda su ropa en orden. Las persianas bajas, pero igual los rayos de sol querían ser testigos de esto.
Ella vestida, se durmió, su larga cabellera desparramada ante la almohada… y él, su insomnio, él y su paquete de puchos. La miró, y luego su mano se posó sobre su panza, ella dormida se sintió acompañada, pasaron largos segundos y ella abrió sus ojos, lo miró; él tan nervioso no sacó su mano sobre ella y no dejó de mirarla, aunque esta vez con los ojitos tiritándose, como la misma lluvia de afuera.
Al mirarlo, ella hizó una mueca de alegría en su cara, atinó a apoyar su mano sobre la de él, acariciándolo suavemente.
Entre el silencio, la mirada y la piel; ella misma le dijo “te quiero” y cerró sus ojos suavemente, a el le cosquilleaba la panza pero las respuestas en silencio no eran de su agrado, por lo que la miró firmemente y le dijo “sos hermosa” acercándose a su cara y ella cada vez más nerviosa, su corazón se aceleraba, su panza se hacía ese “no se que” porque la respiración de él estaba cada vez más cerca…
Ayelén Salerno.-
.-enero/2008
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